Haiku
Estrellas parpadean
Sueños de cristal
Diques en la realidad
Estrellas parpadean
Sueños de cristal
Diques en la realidad
A estas alturas ya no hay que hacer introducción sobre lo que es y lo que significa el Cablegate.
Para responder a una conversación entre amigos que tuvo lugar ayer en un pub, he hecho un gráfico con la distribución de fechas de los cables que ha filtrado o filtrará Wikileaks.
Distribución por días de los cables de Wikileaks en el Cablegate.
Una pena que no haya mucha información de los 70, los 80 o los 90.
Antonio Delgado ha publicado un post relacionado con la distribución de fechas y los cables etiquetados como KIPR (cables relacionados con la propiedad intelectual).
Lecturas que enaltecen el alma:
What else than a natural and mighty palimpsest is the human brain? Such a palimpsest is my brain; such a palimpsest, oh reader! is yours. Everlasting layers of ideas, images, feelings, have fallen upon your brain softly as light. Each succession has seemed to bury all that went before. And yet, in reality, not one has been extinguished. [...]Thomas De Quincey. “The palimpsest of the human brain.” Suspiria de Profundis. 1845. Quotidiana.
lemario. 1. m. Ling. Conjunto de los lemas o entradas que contiene un repertorio lexicográfico.
Y cuando nos referimos al lemario de una lengua, éste contiene todas las palabras (lemas) que forman dicha lengua. El lemario del español oficial, el español según la Real Academia Española, por desgracia, no es algo público y abierto.
Así que tras un par de días de jugueteo con la web de la RAE y de no pocos dolores de cabeza, he recopilado un lemario actualizado al contenido de la 22ª Edición del Diccionario de la Real Academia Española con 88 449 85 918 lemas (eliminando las palabras “duplicadas”):
Úsense con libertad.
Créditos por la inspiración a Ismael Olea, responsable desde hace años de un lemario libre de referencia y a Chewie, porque de él salió la idea.
«Allá donde se cruzan los caminos», dice Sabina. Me ha encantado este texto de Eduardo Verdú; cómo no verse a uno mismo recorriendo esos circuitos, esos bares de referencia y saliendo de Madrid para reencontrarse con ella al volver.
Minimadrid Los habitantes de Madrid solemos confesar que seríamos incapaces de vivir en una ciudad más pequeña. Una vez acostumbrados a las dimensiones de esta metrópoli, a sus cuatro páginas de cartelera en el periódico, a su oferta de restaurantes, teatros y museos, estamos seguros de que padeceríamos claustrofobia residiendo en un pueblo o una urbe menor. Tras unas vacaciones en la aldea de nuestros padres o una visita de cuatrodíastresnoches a una ciudad enjuta, Madrid vuelve al recuerdo como un océano, como una terminal de salidas. Esta ciudad nos sofoca cuando estamos dentro pero desde fuera se nos revela amplia y familiar, horizontal y distendida. Un par de veces al año necesitamos huir de aquí aunque pocos cambiaríamos esta meseta por un pueblo con campanario o por otra ciudad sin Corte Inglés. Sin embargo todos vivimos en un minimadrid. La rutina de entre semana nos conduce casi siempre a los mismos puntos: el trabajo, el colegio del niño, el gimnasio, la tintorería, el hogar... Sin tiempo y sin consciencia recorremos un circuito día tras día, como presos en un tablero de parchís. Y cuando llega el fin de semana ocurre lo mismo. La comodidad de los parkings conocidos, de los restaurantes con platos ya probados, los cines cuyas dimensiones controlamos nos empujan a repetir la experiencia. Sábado tras sábado y domingo tras domingo nos descubrimos de nuevo comprando discos en la FNAC, comiendo una tochka en Martín de los Heros donde aprovechamos para ver una película. Un paseo por las tiendas de Fuencarral, el mismo italiano acogedor, el mojito en la terracita que tanto nos gusta. Delante de nuestros ojos cierran restaurantes que nos prometimos probar, caducan fiestas, desmontan exposiciones que juramos ver un domingo con menos sueño. Mi hermana, nada más mudarse de Madrid a Orense, celebró encontrarse en un Zara con una amiga del trabajo dándole dos besos y subrayando la simpática coincidencia. Meses más tarde, cuando no dejó de cruzarse a los mismos vecinos y compañeros de la oficina en todos los bares y comercios de la ciudad comprendió la cara de estupor con que recibió su amiga aquel abrazo junto a los probadores. Es cierto que Madrid nos reserva cierta privacidad. En los pueblos y las pequeñas provincias hay que lavarse el pelo para bajar la basura porque seguro que nos toparemos con un conocido. Sin embargo en Madrid podemos disfrutar de cierto anonimato. Muchos habitantes de las ciudades dormitorio, de esos espacios cada vez más amplios y lejanos del cinturón de un Madrid obeso y desbordante, experimentan el mismo déjà vu día tras día, pero con una diferencia. No sólo repiten sus trayectos sino que además los realizan por unas avenidas, unas plazas y unos complejos comerciales que podrían pertenecer a cualquier lugar de España. El teórico Madrid polifacético en el que creen residir acaba convirtiéndose en un lugar de una sola cara que, además, no se parece en nada al genuino rostro madrileño. Quienes vivimos más o menos céntricos circulamos por una villa reducida y sistemática, pero al menos tenemos la sensación de ocupar una ciudad reconocible y única. Madrid es, en realidad, una idea, una ensoñación. La capital populosa y solícita con la que fantaseamos presos de la claustrofobia de los pueblos sigue, en el fondo, anidando en nuestra mente durante todo el año. No es un Madrid real el que nos seduce, el que nos imanta, sino uno imaginario, mucho más atractivo, más cosmopolita, más sugerente y fascinante que el verdadero. Madrid es una ciudad en potencia y así la vivimos. Con Buenos Aires pasa algo parecido: es un lugar donde no hay nada especialmente impactante que ver, ni siquiera que hacer, pero te droga con la promesa de un millón de experiencias nuevas en sus barrios, sus áticos y sus plazas, con historias de amor fabulosas junto a las chicas que te sonríen desde los taxis en marcha. Una ciudad enamora como una mujer, tanto por sus obsequios como por sus insinuaciones. Madrid es infinita en nuestra imaginación y diminuta en nuestra realidad. Esta ciudad no para de tentarnos con la fantasía de mil vidas distintas, de cientos de lugares a los que iremos el fin de semana que viene, de gentes que conoceremos en alguno de los bares o las fiestas de los suburbios, con la ilusión de un mañana donde nadie se acuerde de tu nombre pero comparta tu resaca.
Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:
Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Si quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.
La semana que viene, como cada año, se celebra la edición número 13 del Encuentro Internacional Foto y Periodismo “Ciudad de Gijón”, en el contexto de la Semana Negra.
Y como cada año, se hablará de periodismo, de periodismo de verdad, de fotografía, de las otras crisis y de derechos humanos, y cómo estos deberían estar presentes en el periodismo. El programa de esta edición es bastante impresionante, con gente como Sergio Caro, David Beriain, Rosa María Calaf o Walter Astrada.
Por segunda vez asistiré (en mi comienzo de vacaciones) disfrutando de lo que allí se diga, de las exposiciones y de los trabajos de los alumnos del curso. También de la playa, la sidra y, por supuesto, de los amigos.
Nos vemos allí.