Se va
Se va. Más pronto que tarde se habrá ido. Se quedarán aquí sus tristezas y sus alegrías, sus miserias del día a día y las que se llevan a la espalda, las de toda la vida. Pero se llevará lo que pudo ser y no fue por culpa de muchos hombres y de más mujeres. Se llevará esa fuerza que no le ha servido para librarse de un final mal anticipado.
Ella es una de esas personas a las que recuerdas toda la vida tal y como era en tu infancia, sin envejecer. Siempre será para mí la que cuidaba de mi abuela, la que sin falta estaba ahí cuando me dolía la tripa y sabía decirme las palabras exactas para que me distrajera y pensase en otra cosa. Siempre será la madre mayor a la que, casi por sorpresa, se le concede una niña pequeña a la que mimar y otra meta volante más por la que seguir viviendo. Pero las metas volantes se acaban y empieza el descenso. El descenso rápido y frío.
La última vez que la vi estaba justo en una cima, probablemente la final, y miraba el precipicio que estaba un paso más allá. Lo miraba sin temor, simplemente a punto de dejarse caer.
Al final la vida no es más que eso, subir y bajar montañas hasta que se llega a un desenlace. Lo jodido es que, demasiadas veces, la última etapa está más cerca de lo esperado.