Maravillas y miserias cotidianas
Hace un tiempo, JJ contaba que había mandado un fax a Nueva Zelanda. En uno de sus comentarios, escribía:
¿Os dais cuenta de toda la tecnología misteriosa que puede haber en una acción (no tan) cotidiana?JJ tiene razón. La teoría nos dice que, cada día, un integrante civilizado de la sociedad civilizada se despierta, desayuna, va a trabajar, come, vuelve de trabajar, tiene su ración estándar de tiempo de ocio y se va a dormir. Y así, cada día, varios miles de millones de personas.
Todas esas acciones cotidianas se apoyan en una cantidad infinita de mecanismos más o menos complejos interconectados entre si. Algo así como El Sistema Del Mundo.
Mientras escribo esto, mis ideas son transformadas por mi cerebro en palabras que mis dedos escriben en un triste teclado de plástico y que mediante una serie de algoritmos lógicos son transformadas en pequeños conjuntos de unos y ceros que son transferidas, en forma de diferenciales de potencial eléctrico, a través de multitud de antenas, cables y artefactos de última tecnología hasta llegar a una ruidosa sala de Tampa, Florida, en los EEUU.
En la ruidosa sala, hay un ordenador encendido durante 24 horas al día, encargado de almacenar esas palabras (en realidad, esos unos y ceros) y de volver a empezar el proceso, esta vez a la inversa, cuando a alguien, en cualquier parte del mundo, se le ocurre leer esta absurda historia.
Eso, obviando varios cientos de capas de análisis, diseño e implementación de otros cientos de ideas abstractas, es Internet. Así, podríamos dedicarnos a desglosar nuestras miserias diarias, como mandar un fax, hasta convertirlos en maravillas del ingenio humano.
A veces, cuando veo las fechorías que somos capaces de hacer los humanos y las que hemos hecho a lo largo de nuestra breve historia, solo me consuela pensar que también han pasado por aquí gigantes capaces de cosas buenas. Internet o el fax entre ellas.